Saltar al contenido.

Posts etiquetados ‘Jardín de San Nicolás’

Soliloquio

En el Jardín de San Nicolás un hombre habla solo. Va de una banca a otra, ayudado por unas muletas y arrastrando la única pierna que tiene. Cuando se acerca a la fuente de piedra prefiere escuchar el ruido del agua y entonces guarda silencio y escribe en papeles que recoge del mismo Jardín. No sé en donde viva, pero sé que en las noches se encamina, por decirlo así, a las calles empedradas que se encuentran detrás de la iglesia. Desde hace tiempo anoto algunas de las cosas que le escucho decir y también recojo algunos de los papeles que arroja a las jardineras. Las líneas que siguen son las palabras de un hombre que habla solo:

                           *

Lo que hace sufrir es la cercanía. El dolor o una pena se vuelven pequeños cuando ya pasaron, cuando forman parte de lo que sucedió ayer.

                          *

¿Qué vida elegirías: la de un hombre que vivió sana y jovialmente hasta que a los treinta años fue desahuciado y murió un año después o la de otro hombre que sobrevivió a una grave enfermedad infantil y que con médicos y reposos tuvo una vida de enfermo pero llegó hasta los sesenta años?

                           *

La pequeña punzada que se siente cuando una espina se clave en tu dedo es tolerable porque es pasajera. Así sucede con todos las cosas, son tolerables porque son fugaces. Por eso la idea del infierno como condena eterna es insoportable porque el futuro se iguala con el presente y el pasado.

                           *

La locura es como una inmensa esfera de acero que descansa en un terreno plano. La esfera y el plano se tocan levemente en un punto, pero eso es suficiente para que la esfera descargue todo su peso. Así es la locura cuando descansa aunque sólo sea en una idea o en un recuerdo. El hombre que la padece sufre todo el peso de la locura. El hombre es el plano y la locura la esfera.